sábado, 19 de mayo de 2018

Un paseo por el futuro capitalista: Visita a dos basureros "high tech"




Revista Fenrir

… A alguna parte, efectivamente, tienen que ir a parar las 50 millones de toneladas anuales de ordenadores, teléfonos y otros artilugios electrónicos que a un ritmo cada vez más acelerado, vista su corta duración, cada año se transforman en residuos. Residuos muy tóxicos, de los que todavía millones de desesperados buscan sacar algo con lo que sobrevivir . Procesar estos residuos en Europa costaría más del doble que cargarlos en barcos mercantiles y descargarlos en África, así se explica fácilmente por qué hay quién no tiene escrúpulos en trasformar África en el basurero del mundo.

El vertedero  de Agbogloshie  se encuentra cerca  de Accra, capital de Ghana. Alrededor de este vertedero se han instalado ilegalmente cerca de 80.000 personas que viven en chabolas de chapa, en condiciones higiénicas precarias, y desprovistas de servicios mínimos como luz y agua, con el riesgo constante de se desalojadas por la policía enviada por el ejército o por bandas rivales respecto a las que controlan la zona.
 
Frigoríficos, ordenadores, impresoras, teléfonos móviles, hornos eléctricos, pero también objetos de plástico, cubiertas de grandes camiones, y todo cuanto aquí confluya, será desmantelado con manos desnudas o quemado para sacar aún partes internas, como el aluminio crudo que resulta de la quema de cubiertas de camiones. Fuegos y humo denso contaminan perennemente la tierra, el aire y el agua de esta zona, que es una de las 10 más contaminadas del mundo, con altísimos niveles de plomo, cadmio, arsénico, cromo, dioxina, bromo y otras sustancias muy nocivas, que sobrepasan decenas de veces el límite máximo permitido y se dispersan en el aire causando el envenenamiento constante y la muerte prematura de los habitantes de estos territorios.

Alrededor de 250-300 contenedores llegan diariamente a las costas ghanesas con residuos electrónicos provenientes sobre todo de Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda, Dinamarca, Suecia, Francia e Italia. Los residuos son transportados desde los puertos hasta el vertedero de Agbogbloshie o en otros vertederos de la misma zona, donde niños y chavales de todas las edades excavan para recuperar aparatos para reparar y revender o piezas para montar de nuevo, mientras que otras piezas son quemadas para reciclar materia prima que será pagada por kilos, además de una dosis asegurada de tumores debidos a las inhalaciones de las hogueras. Dentro de un tubo catódico se pueden encontrar cerca de dos kilos y medio de plomo, que contiene toxinas dañinas para los riñones y para el aparato reproductivo; pero también bario, que ataca el estómago y puede causar problemas respiratorios; el mercurio presente en los circuitos impresos y en los interruptores puede provocar daños al cerebro y a los riñones; algunos revestimientos anti-corrosivos son cancerígenos. Además, los principales vertederos se encuentran adyacentes a dos importantes cuencas de agua, una laguna y un río, que ahora ya no contienen ninguna forma de vida a causa de la fuerte contaminación causada por las aguas residuales tóxicas, que además se filtran por el subsuelo hasta contaminar todas las aguas.

Si nos trasladamos de África a China, la situación no es muy diferente. Guiyu, en China, acarrea dos tristes récords: posee el vertedero de basura electrónica más grande del mundo, y es el lugar más contaminado del planeta. Estos dos aspectos obviamente tienen una relación causa-efecto. Según un reportaje, aquí “pirámides de smartphone, teclados de ordenador y tablets ocupan las calles y esconden las casas. Una manada de búfalos acuáticos beben de estanques negros de los que afloran pantallas de ordenador, televisores, auriculares e impresoras que se amontonan en los arrozales. El aire es fétido, la niebla espesa y de color naranja. Después de pocos minutos los ojos y las fosas nasales queman”. Esta vieja aldea de Guangdong, a cuatrocientos kilómetros de Guangzhou, ha sido elegida como cementerio mundial de la revolución digital porque es inadecuada para la agricultura industrial, a causa de las frecuentes inundaciones del río Lianjiang. Además, se encuentra cerca de la costa sur de China, donde se concentran las multinacionales de la electrónica más importantes, que también son las primeras en generar residuos. De hecho, la mayor parte de los aparatos electrónicos para eliminar llega de la propia China, que además de ser el principal productor mundial, ahora ya es también uno de los mayores consumidores de estos aparatos. Pero la industrialización acelerada vivida en China en los últimos años está teniendo consecuencias en el ambiente y en la salud de sus habitantes, con una contaminación a nivel estratosférico.

En esta ciudad de doscientos mil habitantes, el 80% de las personas trabajan en el reciclaje de residuos electrónicos, con 6.000 empresas, todas familiares. Cada mañana, más de 130.000 mujeres, hombres y adolescentes trabajan con las manos desnudas, sin protecciones, para desmantelar, quemar, fundir con los ácidos la escoria electrónica, para después enterrar en los campos o dispersar en los ríos el polvo tóxico y otros residuos. De una tonelada de residuos hi-tech se puede sacar cerca de 300 gramos de oro, 10 de platino, 50 de paladio, 2 kilos de argento, 25 de estaño y 130 de cobre. El año pasado del 5% del oro de China, 15 toneladas, fueron extraídas de residuos electrónicos, concentradas entre cuarenta y ochocientas veces más respecto a los yacimientos naturales. Quien no escatima en química, utiliza ácidos, disolventes y sustancias químicas muy tóxicas que aceleran la disolución de circuitos y de microchips, separando cantidades mayores de elementos caros. Así se aseguran conquistar a más clientes entre las grandes marcas mundiales, producir más beneficios para las empresas familiares y enfermarse más rápidamente.

“En el suelo, el plomo supera 212 veces el umbral de riesgo. Los pozos están contaminados hasta a tres kilómetros de profundidad. El agua contiene los mismos residuos registrados en Chernobyl después de la explosión y encontrados en el lago Karachay, donde la Urss empezó el enriquecimiento del plutonio. Entre los habitantes el porcentaje de tumores supera un 64% el promedio nacional. Un estudio sobre 165 niños de uno a seis años ha revelado niveles de plomo “peligrosos” en la sangre , el 80% de estudiantes está afectado por molestias respiratorias y en el sistema nervioso central”. El agua de Guiyu está tan contaminada de plomo, cromo y zinc que ya no es potable y en toda la zona se registran las concentraciones de dioxina cancerígena más altas del mundo. Y además nos encontramos en uno de los lugares de trabajo más anhelados de China, porque desmontar residuos electrónicos puede producir mucho dinero, mucho más del que se puede ganar en la minería o en los pueblos pobres del interior: por esto la mayoría de las personas que trabajan aquí son jóvenes emigrados de las zonas más subdesarrolladas, que tienen el objetivo de hacer tanto dinero como sea posible en poco tiempo, para después irse, siempre que la muerte o la enfermedad no se los lleve antes.

Los pocos habitantes de la zona que no están enrolados en el negocio del e-waste, resisten en granjas cultivando arroz que, sin embargo, nadie de la zona quiere comer, porque es un concentrado de cadmio y otras substancias. En cualquier caso está destinado a la exportación, no se sabe bien hacia dónde, y en las cajas viene escrito que ha sido cultivado en Sichuan. Aquí se le llama el arroz electrónico.

[Texto extraídos del artículo "La sangre en el microchip", incluido en la revista Fenrir # 8, 2017. El número completo de la revista es accesible en https://es-contrainfo.espiv.net/files/2018/04/Fenrir-8-ESP-1.pdf.]


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.