martes, 15 de mayo de 2018

La sátira electoral venezolana


Humberto Decarli

De nuevo la coyuntura electoral está vigente siempre buscando una senda de distracción para la población en un país absolutamente colapsado y en crisis. Con el aditamento de ser una elección sui géneris porque fueron adelantadas arbitrariamente, las convocó una constituyente espuria, un árbitro electoral parcializado hacia el oficialismo con cuatro rectoras del chavismo y uno de la oposición colaboracionista, la informática del evento en manos de ese Poder Electoral cuestionado, un ventajismo impresionante donde los recursos del Estado se emplean a favor del candidato a la reelección, se utiliza el hambre para conseguir votos a través de los Clap y el carnet de la patria, la data electoral se usa para controlar la intención del sufragio y se han inhabilitado candidatos mediante el mecanismo judicial respectivo

La tradición electoral venezolana

Siempre ha sido criticada la forma como se organizan las elecciones en Venezuela. La carencia de institucionalidad democrática ha permitido la martingala como eje operativo contra la voluntad del elector. El conocido adagio “acta mata voto” concentraba la idea antidemocrática de desconocer la orientación de las personas. Posteriormente, al mecanizarse el proceso, ha sido el software el vector empleado para burlar la intención de los hombres y mujeres. Ya la empresa Smarmatic, anteriormente encargada de la elección, delató la inflación de más de un millón de votos en la oportunidad de elegir la ilegítima constituyente. Además, los antecedentes de las elecciones cuando del puntofijismo expresaban muchas dudas por las manipulaciones intentadas. Por ejemplo, la quema de papeletas a favor del candidato Andrés Velásquez por el ejército fue una muestra palmaria de la mentalidad fraudulenta de las autoridades venezolanas. Con ese background era imposible conducirse decentemente cuando el criterio dominante era otro.

Peculiaridades de la presente elección

Este proceso próximo a efectuarse tiene características que lo califican como diferente. Primero, porque la mayoría de los partidos políticos no participan; segundo, algunos candidatos son folklóricos porque no tienen ni presencia ni liderazgo nacional; tercero, el ánimo de la contienda es otorgarle legitimidad al gobierno; cuarto, no existen grandes movilizaciones porque la situación de hambre del país no permite esa iniciativa; quinto, se pretende polarizar entre Maduro y Henri Falcón; sexto, no hay ninguna efusividad entre los participantes; séptimo, los partidos políticos que apoyan a Falcón, son precarios (por calificarlos de algún modo) porque Avanzada Progresista es regional y Copei y el MAS literalmente no existen; octavo, este evento no es reconocido por muchísimos países a nivel latinoamericano, europeo, canadiense y americano.

Son unas elecciones esterilizadas dada su artificialidad. Es un acto rígido para cumplir una formalidad como es la de otorgarle un tinte de validez al modelo militarista que nos asfixia. Es una obvia muestra de la decadencia de la representatividad.

La vía electoral no depone dictaduras

Los gobiernos autoritarios jamás cederán mediante elecciones porque múltiples ejemplos mundiales así lo confirman. Nunca regímenes fácticos fueron superados por actos comiciales, solo después de su defenestración es cuando ocurre un llamado a elecciones.

Podemos citar varias experiencias con sus resultados. Los finales traumáticos de Adolfo Hitler en la Alemania nazi, Benito Mussolini en la Italia fascista, Nicolás Ceaucesco en el comunismo “independiente” de Rumanía, Pol Pot y sus jemeres rojos en Camboya, Anastasio Somoza en Nicaragua, Muammar Gadafi en Livia y Leónidas “Chapita” Trujillo en República Dominicana. Otros renunciaron o huyeron por estar asfixiados como François Duvalier en Haití, Stroessner en Paraguay, Pérez Jiménez en Venezuela y  Porfirio Díaz en México. Demás está decir que ciertos autócratas murieron en ejercicio de sus funciones. Juan Vicente Gómez en Venezuela, Francisco Franco en España y Fidel Castro en Cuba, fueron ejemplares de este último supuesto.

Quienes propugnan el camino electoral colocan como muestra al caso de Luis Augusto Pinochet, quien salió de la presidencia mediante un referéndum donde perdió por un margen del diez por ciento. Es cierto que el general genocida dejó la presidencia pero la vía de esa consulta popular fue posterior a un proceso de negociación donde Estados Unidos lo presionó para dejar el poder por su desgaste. De no haber sido por la espada de Damocles significada por el Departamento de Estado, todavía estuviera mandando. En todo caso, fue vergonzosa la transacción dado que Pinochet fue comandante de las fuerzas armadas chilenas por 25 años más, designó un número de senadores sin elección alguna y hubo una impunidad para todo su grupo por los numerosos homicidios, torturados, heridos, desaparecidos y todos los latrocinios cometidos.

Participación versus abstención
 

En nuestra historia se han presentado casos de llamado a la abstención para simbolizar un rechazo a un determinado modelo de gobierno. Acción Democrática convocó a la gente a no votar en las elecciones de 1952 pero la gente hizo caso omiso y lo efectuó por los candidatos de U.R.D. quien ganó pero la dictadura perezjimenista desconoció el resultado. 

El partido comunista y el MIR hicieron de la no participación una cuestión de honor en las elecciones de 1963 e intentaron sabotearla pero la gente votó en más del 90% dando un fuerte mentís a los partidos de izquierda fuera de la realidad. Todavía la gente creía en el clima de la democracia recién instalada. Domingo Alberto Rangel en sus Memorias afirmó que el mismo Che Guevara le comentaba, por la experiencia de su estadía en Venezuela luego del viaje por motocicleta por América del Sur, que al venezolano le gustaba la democracia representativa y calificó al llamado a la abstención como un disparate. De todos modos el guerrillero no estaba muy acertado porque en 1968 la gente votó por una organización perezjimenista, C.C.N., porque siendo una democracia tan ineficaz, hubo esta expresión de añoranza por la dictadura superada a la postre por los petrodólares de 1973 que redujeron los conflictos sociales.

En el año 2009 la oposición venezolana reunida en la llamada Coordinadora Democrática lanzó la línea abstencionista para elegir parlamentarios y fue un éxito contundente porque la participación fue mínima. Empero, el oficialismo acaparó la Asamblea Nacional y siguió funcionando en una suerte de unanimidad. No pasó de allí, de una simple actitud ética pero no funcional. Debemos acotar que no hubo ningún respaldo internacional significativo.

El actual llamado a no votar

La oposición oficial asociada en la Mesa de la Unidad Democrática mantuvo una conducta ambivalente frente a las elecciones presidenciales. Aceptaron renunciar a la movilización de calle para acudir a unos comicios de gobernadores donde obtuvieron resultados nefastos. Era el mismo C.N.E. y las mismas condiciones impuestas para configurar un fraude ostensible. Luego, en una postura absurda, cuatro gobernadores de Acción Democrática se juramentaron ante la ilegítima Asamblea Constituyente, otorgándole un reconocimiento inesperado. El caudillo adeco, Ramos Alloup, anunció el pase al tribunal disciplinario de esa organización a los líderes regionales lo cual la gente está esperando aún.

Juan Pablo Guanipa, electo en el estado Zulia fue abandonado por la coalición opositora y la constituyente espuria lo destituyó, llamaron a una nueva elección donde participó uno de los líderes de la MUD, Manuel Rosales, eligiéndose a un chavista, Omar Prieto. Andrés Velásquez fue objeto de un fraude descarado pero fue desconocido incluso por la liga opositora, quien nada hizo al respecto.

Vinieron luego los comicios para alcaldía y de nuevo la MUD mantuvo una faz de inconsecuencia. Llamó a no votar pero fueron candidatos varios miembros de la militancia de los partidos opositores quienes se presentaron y se guardó silencio ante esa iniciativa elaborando una nueva ambigüedad. Al igual que en las regionales, salieron con las tablas en la cabeza por los resultados adversos. Es de hacer notar la necesidad de mimetizarse para intentar recuperar los espacios perdidos ante las personas a través de una nueva organización llamada Frente Amplio pero no ha sido exitosa porque es vista como una mascarada y siguen siendo los mismos partidos políticos curtidos en demagogia.

Ahora bien, con esa trayectoria de desaciertos llegamos al punto de inflexión. Por cuál razón la MUD o el Frente Amplio ahora promueve el no votar. La respuesta es directa, la presión internacional ha sido diáfana en tal sentido: si hay una dictadura, no hay condiciones para concurrir a un sufragio con cuernos afeitados, con cartas marcadas. Y la oposición sabe que esa comunidad internacional, por múltiples razones, desconoce nítidamente este proceso electoral por la sobrada razón de ser fraudulentos. Sus condiciones, árbitro nada neutral, inhabilitaciones de dirigentes políticos, ventajismo bárbaro de los recursos del Estado, así lo califica.

Sin embargo, sectores de esa liga opositora quienes siempre manifestaban opiniones confusas se orientaron a la participación. Así, Henry Falcón y su partido Avanzada Progresista decidieron ir a los comicios tratando de representar una opción ante Nicolás Maduro. Recibió el respaldo de su referido movimiento, de los restos del MAS, un Copei designado por el máximo tribunal y de Avanzada Progresista, además de dirigentes tradicionales como Claudio Fermín, Eduardo Fernández, Enrique Ochoa Antich, Enrique Márquez y “Chúo” Torrealba. Son entes y personajes sin mucha militancia, simpatizantes ni amigos y dirigentes cuyo momento estelar pasó hace mucho tiempo. Su argumento reside en la posibilidad de revertir la trayectoria del país con una votación masiva.

Colofón

Con base en las anteriores premisas podemos llegar a las siguientes conclusiones:
1. Votar en un país desinstitucionalizado carece de sentido.
2. Los votos son manejados arbitrariamente por el régimen madurista.
3. Los militares, quienes gobiernan como nunca antes lo hicieron, serán los encargados de supervisar la votación con el Plan correspondiente.
4. Es obvio que el resultado se conoce con anticipación. Triunfa Maduro y los otros cumplen el rol de legitimadores de esta dictadura.
5. La tradición histórica venezolana señala que las elecciones son un ritual donde se vuelve plebiscitaria la actividad. Simplemente los electores se limitan a aprobar algo prestablecido. Los partidos dejaron de ser intermediarios, son quienes deciden a quien postular y la base de ellos queda en el limbo.
6. Todos los poderes del Estado están al servicio del candidato a la reelección en forma por demás apodíctica.
7. De acuerdo a estudios de opinión la participación no llega al treinta por ciento pero con el control absoluto del aparato electoral no es de extrañar que pudieran superar los diez millones de votos aspirados y no logrados por Hugo Chávez en la época de la bonanza.
8. La actitud de la MUD-Frente Amplio es suspicaz. No han hecho esfuerzos por movilizar a las personas en defensa de la abstención. Su posición es meramente declarativa y no de acción.
8. La elección es un punto de partida para darle legitimidad a un modelo representativo pero ese origen se ha convertido en un fetiche para justificar precisamente la carencia de libertades y de democracia.
9. Detenerse en la interpretación legal o constitucional de las circunstancias perimetrales del acto comicial es caer en el criterio rabulesco, muy típico de un país con doble rasero.
10. Votar en esta situación de crisis aguda como la presente es una búsqueda de esquivar las graves penurias padecidas en todos los órdenes por quienes aquí moramos.
11. La lucha abstencionista debe ser activa, desde la base y con autonomía frente al Estado y a las organizaciones políticas que le hacen el juego.
11. En definitiva, la abstención es la salida democrática ante una coyuntura difícil como la vivida por todos.

Por las anteriores consideraciones votar no adquiere ninguna prestancia para la posibilidad de un cambio sino es un instrumento de apuntalamiento del esquema militarista gobernante en Venezuela.


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