sábado, 12 de mayo de 2018

Chile-Bolivia: ¿Mar para quién?



Periódico El Sol Ácrata (Antofagasta)

Cada cierto tiempo se reactiva el conflicto entre los gobiernos de Chile y Bolivia respecto a la demanda histórica de este último por una salida soberana al océano Pacífico. Contienda que sumó un nuevo episodio durante marzo de este año 2018, mes en que se llevaron a cabo los alegatos orales de ambos países ante la Corte Internacional de La Haya, organismo que el año 2013 acogió la demanda boliviana y que pronto deberá dirimir sobre la responsabilidad que compete al gobierno chileno en una negociación bilateral.

Pero más allá de los episodios diplomáticos y jurídicos, este conflicto encubre el interés de ambos estados por una zona estratégica geopolíticamente, debido a sus recursos mineros y a la posibilidad de controlar la exportación de materias en las costas del Desierto de Atacama. Interés eternamente camuflado por discursos patrioteros y chovinistas, que han generado en la opinión pública un ambiente de animadversión, marcado por expresiones belicistas y muchas veces xenófobas.
 
Los argumentos bolivianos se centran en la voluntad manifestada por diversos gobiernos chilenos, particularmente, en el intercambio de correspondencia entre cancillerías en la década del 50’ y en el Acuerdo de Charaña sostenido por los dictadores H. Banzer y A. Pinochet en febrero de 1975, en el cual se proponía la creación de un corredor en la frontera con Perú, país que se negó al ser consultado. Por su parte, la delegación chilena argumentóbasándose en el Tratado de “Paz y Amistad” de 1904, en que el gobierno boliviano debió renunciar a la soberanía del Departamento del Litoral, actual región de Antofagasta, como consecuencia de la Guerra del Pacífico.

Para nadie es desconocido que el Desierto de Atacama posee una de las grandes reservas mundiales de cobre y otros minerales intensamente explotados por la megaminería transnacional. No por nada grandes firmas como BHP Billiton entre otras, han puesto sus inversiones en este territorio, a costa de una enorme devastación de sus ecosistemas, así como el desplazamiento de las comunidades que ancestralmente han habitado esta zona.

Mucho antes de la llegada de los estado-nación boliviano y chileno, y de los intereses capitalistas, el territorio era habitado desde la costa al altiplano por comunidades changas, aimaras y lickan antay, las que vivían en completa armonía con la naturaleza y sus recursos, los que intercambiaban en valles y oasis, en una unidad geográfica, económica y cultural mucho más certera y adecuada que la actual delimitación fronteriza, impuesta desde el siglo XIX hasta nuestros días.

Y es que el “descubrimiento del salitre” significó la llegada del capitalismo mundial, que rápidamente y a costa de la explotación humana –sin importar el país de los trabajadores- extrajo y exportó el “oro blanco”. Esto con la complacencia de ambos gobiernos, que hasta entonces solo veían esta zona como un “despoblado”. Pero la avaricia es enorme, y el interés se despertó con la posibilidad de cobrar impuestos, originándose lo que se conoció como Guerra del Pacífico, cuya historia es medianamente conocida y para efectos de este artículo, podríamos reducir a la ocupación chilena del territorio en 1879, y por tanto, a la pérdida de la salida al mar para el gobierno boliviano. Desde entonces, tratados más o tratados menos, todos supeditados a la contingencia y a la tensión entre conflicto/negociación, la polémica ha estado circunscrita a decidir a qué gobierno corresponde la soberanía de esta zona y no en la utilización e interés que se pretende con ella.

Actualmente, y pese a la diferencia discursiva e ideológica entre un gobierno y otro, ambos se encuentran férreamente comprometidos con los planes de saqueo extractivista del I.I.R.SA, expresados en la destrucción de la Amazonas a través del TIPNIS en el caso boliviano, así como en la minería intensiva y sus megapuertos en territorio bajo jurisdicción chilena. Y es que la apelación al pueblo en esta contienda es meramente demagógica, puesto que el mar pertenece a la oligarquía chilena, concretamente a 7 familias, mientras que la minería está en manos del capitalismo internacional. Situación que la nueva burguesía boliviana bien conoce y acepta también en su país. Por lo que el pueblo vuelve a ser exaltado e invitado a este conflicto en calidad de carne de cañón, desplazado de todo beneficio que pueda reportar la soberanía de un país u otro frente a un territorio, en el que continuará siendo explotado, sometido y contaminado con el avance de la devastación.

Por tanto nuestro llamado es a estrechar lazos solidarios entre los oprimidos de un lado y del otro de las falsas fronteras, en una férrea defensa de la autonomía de las distintas comunidades que se encuentran en este vasto territorio, las nominalmente son consideradas “chilenas”, “bolivianas” o “peruanas” aun cuando comparten un horizonte cultural más profundo, entendiendo que enfrentamos un enemigo común encarnizado en el Capitalismo y los Estados, con toda su maquinaria del “progreso” y la aniquilación de las formas de vidas comunitarias y antagónicas a sus intereses. El altiplano, la pampa y la costa son de quienes las habitan en armonía con el entorno, no de los empresarios ni los gobernantes.

¡Ni Chile ni Bolivia!
¡Viva la pampa libre!
¡Guerra a la Guerra!

[Artículo publicado originalmente en el periódico El Sol Ácrata # 1, Antofagasta, mayo 2018. Número completo accesible en https://periodicoelsolacrata.files.wordpress.com/2018/05/el-sol-c3a1crata-segunda-c3a9poca-nc2b01-mayo-2018.pdf.]


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