viernes, 23 de marzo de 2018

Totalitarismo digital



Pablo Marín

* La publicación de Frentes digitales. Totalitarismo tecnológico y transcultura (Salamanca, Comunicación Social, 2016), del catedrático Antonio García Gutiérrez nos apremia a poner de nuevo la mirada en la irrupción de las tecnologías digitales, el programa ideológico al que sirven y el tramposo entramado retórico del relato que las envuelve.

De entre las muy luminosas aportaciones del ensayo, hemos de destacar aquellas que explican de modo analítico el significado totalitario profundo y menos visible de la llamada digitalidad, más allá de los lugares comunes sobre las trabas a la auténtica socialización que solemos manejar. Recordemos que una de las singularidades de la fabulación con que se nos presiona para no quedarnos fuera del continente digital es la supuesta necesidad de participar en formas emergentes de socialidad.
 
Habitualmente hablar de las tecnologías digitales es hablar de modo torcido de algo que con mayor precisión deberíamos llamar estrategias de dominación a través del consumo tecnológico. Su supuesto carácter democratizador, portador de cambio social e incluso su halo revolucionario parece desmentirse claramente ante la constatación de su vocación de servicio a la consolidación de lo establecido. En primer lugar a través de su impagable contribución al músculo involutivo y reaccionario de la vigilancia, control, adoctrinamiento y consumismo incompatibles con cualquier avance democratizador de la sociedad. En segundo lugar en cuanto a su encaje cuasi perfecto en la lógica del capitalismo actual en lo relativo a su lógica autoexpansiva e impositiva, es decir, se trata un movimiento beligerante. Porque un proyecto totalizador como el digital ha de ser totalitario, enemigo de la diversidad. Y en la medida que se opone a la diversidad se opone a la supervivencia de la sociedad civil y de las conquistas llevadas a cabo por esta. La intención de totalidad siempre es totalitaria. O en palabras del autor: “la mente e intenciones del promotor están presentes en todo momento cuando encendemos el dispositivo digital, guiando las voluntades, anotando hábitos, creando necesidades y dependencia”.

Habría que tener claro que esta tecnología no está puesta a nuestro servicio más que de un modo aparente. La realidad es justo la contraria, somos nosotros quienes en un falso movimiento de apropiación, somos puestos al servicio de la tecnología y, lo que es lo mismo, de las voluntades de sus creadores. El objeto se deja instrumentalizar para convertirnos en su instrumento.

Hay ejemplos incluso obvios de esto como sería el caso de Facebook en que el supuesto sujeto Voyeur resulta no ser otra cosa que el objeto del voyerismo del dispositivo cuyo placer no es otro que la comercialización de las gozosas aportaciones del cliente-mercancía. Se trata de una transparencia diseñada para ocultar. Una fidelización que no es más que el eufemismo de la nueva esclavización consumista. Participar de este universo nos convierte en soldados de un capitalismo incendiario como el de la digitalidad, especialmente incendiario sobre la cultura de lo inmaterial.

Software Libre

En su ensayo, García Gutiérrez no pierde de vista el rol que el este marco juega Richard Stallman y el movimiento del software libre. Admitiendo que sus propuestas son loables, señala que sus reivindicaciones no dejan de situarse dentro de una cosmovisión digital (lo digital como tecnología definitiva). El software libre es un arma aliada en la lucha contra esta cosmovisión pero insuficiente.

En mi opinión es fundamental una premisa que el autor establece y con la que debemos aliarnos como idea fuerza: La digitalidad ataca claramente el vínculo auténticamente humano: la proximidad física. Mediante su efecto paradójico de reunir aislando. Las redes digitales necesitan licuar las culturas del nosotros para instaurar la del individualismo. En este sentido, la avanzadilla digital, hace retroceder la cultura. Frente a todo ello caben políticas de decrecimiento específico enfocadas a lo digital en busca del sostenimiento de una muy golpeada reciprocidad cultural para oponer la diferencia a la unificación de lo transcultural.

Así será ilusoria por ejemplo, la difusión del pensamiento indigenista en la red, entre otras cosas porque el lenguaje imperial ostenta una hegemonía que borra las lenguas coloniales. La velocidad transcultural de nuestra navegación destroza lo que la colonización hispana no consiguió destruir en cuatro siglos de campaña militar. No hay lugar para ningún mestizaje cultural en el marco de la digitalidad. Hay un ejemplo manifiesto de este proceder en el hecho de que las esquematizaciones comunicativas como los emoticonos simplifican el lenguaje emocional y lo someten a una estandarización indeseable.

Propuestas

Pero el autor establece también sus líneas propositivas que en su opinión pasarían por:
- La rehabilitación de las cosmovisiones extinguidas de poblaciones vivas, el fortalecimiento de cosmovisiones vivas ejemplares (entre las que pone como ejemplo las tojolabal, tzotzil o tzeltal).
- La detección e incorporación de prácticas y valores próximos a la naturaleza y al pluralismo que emanan de la diversidad cultural.
- Una reescritura plural de la carta universal de los derechos humanos.
- Recuperación de los procesos de subjetivación personal y comunitaria mediante estrategias que incorporen materiales nosótricos.
-  Invención de tecnologías paradigitales y posdigitales, destotalización de las digitales y recuperación y renovación de las pre-digitales cuya vida útil invisibilizó el capitalismo digital.

La otra gran cuestión central es la liquidación del nosotros. Esto ocurre en un contexto de libertad simulada donde una apariencia de pluralidad sostiene férreas jerarquías horizontales. El autor se refiere a la transcultura como declive inexorable y forzado de las culturas mediante la transgresión del mecanismo de evolución natural de las culturas basado en la verticalidad, la lentitud, la maduración, la diferencia e incluso en una feliz incompatibilidad.

No-lugar

Necesitamos, para comprender esta cuestión adecuadamente, apelar al conocido concepto de no-lugar de Marc Augé. A saber, la generación de lugares desprovistos de cultura (sobre el ejemplo evidente de aeropuertos, supermercados, estaciones de servicio). La expansión de la lógica solo comercial de estos no-lugares extiende la estructura de la provisionalidad y la hace permanente. La digitalidad se habría ensamblado a la perfección con este proceso previo de la no-lugarización y sería su epítome, el no lugar de los no lugares. Disfrazada de falso igualitarismo impone los valores, la lógica y las jerarquías de sus creadores.

Los valores del no-lugar digital son trasladados por los llamados nativos digitales a sus lugares de origen teniendo como efecto el colapso de los mundos simbólicos en el imaginario de niños y adolescentes. Al mismo tiempo la ignorancia acerca del lugar desde el cual se produce la enunciación y clasificación del mundo aniquila nuestra fiabilidad como enunciadores. En la medida en que esto supone una forma de analfabetismo cultural, interpretará lo indescifrable como inexistente. De la misma forma que cierta visión de la llamada alfabetización digital considera lo no digital como analfabetismo.

Estamos abocados por el lenguaje al esencialismo (soy, somos), el verbo ser nos conduce a la eseidad. La convocación constante desde lo humano de las esencias es directamente proporcional a su inexistencia. En este entorno de la trasculturalidad digital la afirmación de cualquier nosotros ha de referirse a una modalidad precaria de pertenencia que sostiene nuestra desvinculación de la proximidad. Y esta transcultura en la medida en que es una heteronarración que se hace pasar por autonarrativa es un mal augurio para el librepensamiento y el pluralismo.

Quedémonos además con la idea de buscar el placer de la diferencia, entendida aquí como antónimo de la indiferencia.

[Publicado originalmente en la revista Libre Pensamiento # 91, Madrid, verano 2017. Número completo accesible en http://librepensamiento.org/wp-content/uploads/2017/11/LP-91.pdf#new_tab.]


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