lunes, 19 de marzo de 2018

Novela negra y anarquismo


Enrique Bienzobas



Una de las consecuencias de la Revolución industrial fue el crecimiento y masificación de las ciudades, en donde al lado de barrios lujosos aparecieron otros con sucias e insanas fábricas, casas miserables (sin luz ni agua), barro o polvo en las calles y trabajadores con jornadas de hasta once horas. En estas circunstancias no es extraño que hubiera riñas y protestas. Así que otra consecuencia de la Revolución industrial sería la aparición de las primeras policías urbanas y, con ellas, sus propias historias, las de ladrones y policías, que enriquecen los comentarios que se venían haciendo de hechos legales, generalmente de famosos criminales, las Causas célebres que aparecieron en la segunda mitad del siglo XVIII y se prolongan hasta el siglo XXI. Con ello, el Romanticismo y el declinar de la novela gótica, está el ambiente preparado para la aparición de las novelas criminales.



De sobra es conocida la primera aparición de la novela criminal moderna con la creación del detective Auguste Dupin, personaje de inteligencia muy fina que muestra diferentes motivos para encontrar la solución a un problema dejando en ridículo a la policía oficial. Dupin surgió en 1841 en la historia narrada por Poe titulada Los crímenes de la calle Morgue. A partir de ahí surgirán otros muchos detectives, entre los que podemos mencionar Sherlock Holmes (Arthur Conan Doyle), Hércules Poirot (Agatha Christie), etc. Posteriormente, a principios del siglo XX, surgió la novela negra.




Normalmente se ubica a la novela negra dentro del realismo literario, pero eso no es del todo cierto. Si por realismo se entiende la "referencia o vinculación con la realidad, imitada o representada en ella" [1] podríamos pensar que ciertamente en la realidad existen crímenes, por eso al leer una historia en la que existe uno o más crímenes y uno o más investigadores y todo lo que rodea a los hechos narrados, nos lo creemos como real. Y nos lo creemos porque nos parece "verosímil"[2]. Pero lo verosímil entra en lo verdadero sólo como aparente, lo demás es casi un acto de fe, de credibilidad. Sin embargo la lectora de novela negra generalmente nada tienen que ver

con las creencias (en el más allá o en el cercano acá), al menos juzgo por mí. Yo me fio mucho de Óscar Urra cuando explica el sentido de realismo en Chandler: cuando el autor de El largo adiós habla de "realismo" en su artículo titulado "El simple arte de matar" [3] se refiere, según Urra, a "auténtico" y su concepto de "realista" no lo emplea como opuesto a "idealista", ni "realismo" tampoco es opuesto a "fantástico", sino a "falso" [4] y lo "fantástico" en muchas ocasiones nada tiene que ver con la realidad, como ejemplo podemos mencionar la obra de John Connolly donde la magia y el esoterismo guían sus historias. Otra cosa sería el Naturalismo, el cual entiende la realidad como determinante en la vida de las personas y eso, desde luego, no es lo que pretende la Novela negra.



¿Es el anarquismo idealista? Si entendemos por idealismo a la corriente filosófica, al margen de las vertientes dentro de ella, que cree en la existencia de las ideas previas a la materia, el anarquismo no es idealista. Para Bakunin, por poner un ejemplo, la base del conocimiento está en la observación de la naturaleza, a la vez que entiende por metafísico a toda aquella persona que convierte a la ciencia en una diosa [5].



Tenemos pues un género, la novela negra, que es verosímil en cuanto opuesto a falso y una corriente vitalista, la anarquía, que es materialista en cuanto que opuesta a idealista, es decir, que parte de la animalidad (la naturaleza) para llegar a la humanidad: "la negación acumulativa del principio animal" en el ser humano[6]. No es de extrañar que estas dos líneas de conocimiento, que tienen que ver con la naturaleza, puedan llegar a converger. Así pues, puede haber anarquistas a las que les guste la novela criminal, negra, de detectives... o como se quiera llamar. Y ese atractivo es, además de por la estética, por el ambiente recreado. Un ambiente que no es falso sino verosímil, donde aparecen personas semejantes a nosotras: fracasadas, triunfadoras, delincuentes, drogadictas, estudiantes, profesoras, oficinistas, paradas, trabajadoras del hogar, jubiladas, mendigas y un largo etcétera. Los delitos que aparecen en ellas son pura disculpa para referirse a la sociedad, a veces hasta son intrascendentes, lo importante es la denuncia. Por eso poco importa que aparezcan policías, es decir, funcionarios del Estado cuya misión, aunque algunos la olviden, es defender al propio Estado.



Y es aquí donde la novela negra produce su atractivo entre gentes muy dispares: ese hombre, esa mujer explotados en la fábrica, en la oficina, en la tienda, en la academia... Y en casa. Que leen novelas policíacas, y de otros géneros, no sólo para evadirse de sus miserias, sino para encontrarse en las historias. Hombres y mujeres que coinciden en sus gustos con reputados intelectuales: desde Wittgenstein [7] a Serguéi Eisenstein y Antonio Gramsci [8], desde el trotskista Ernest Mandel [9] hasta Walter Benjamin[10] y un largo etcétera. Todas se quieren reconocer en las historias, todas quieren entretenerse, todas sienten un cierto atractivo por la intriga, por los temas, por la denuncia social. Todas quieren cambiar de vida, transformar su entorno. Esa es la gran belleza de la novela criminal, aquello que nos une a todas las lectoras del género.



Ciertamente no es sólo el género criminal el que gusta a las anarquistas. Ahí tenemos, por ejemplo, la obra de Zola, sobre todo Germinal, obra que ha prestado la cabecera para una revista libertaria en el Estado español de periodicidad semestral desde 2006, y que ya tuvo una hermana dirigida por Joaquín Dicenta (1862-1917) en cuyo número uno colaboró Gustavo Doré con un dibujo de La Libertad guiando al pueblo Armado y donde colaboraron artistas utópicos y anticlericales (Gente nueva como Alejandro Sawa, Nicolás Salmerón, etc.).También la obra de Victor Hugo, Los miserables,con todo su bagaje de realismo e injusticias, ha gustado a generaciones de libertarias entre otras.



Desde su nacimiento la novela negra ha buscado reflejar la hipocresía de las clases poderosas, sus conexiones con el crimen, la compra de voluntades a nivel político, judicial, policial, periodístico, universitario...


Así lo vemos en Hammett, en McCoy, Cain, Chandler, Himes, McDonald, Thompson... [11]. Pero también en épocas posteriores, incluso en la España de la dictadura franquista, cuando la censura obligaba a esconder la denuncia social y política bajo una capa de misterios en donde la lectura entre líneas era fundamental para comprender lo narrado. No muy distinto de la época presente democrática donde ser humorista o titiritero o enzarzarte en una pelea de bar... es causa más que suficiente para ser etiquetado de "terrorista" y pasarte días, semanas, meses, años, en prisión. De aquella época primera podemos mencionar El inocente , de Mario Lacruz, novela calificada de "precursora" pero que, al igual que Tiempo de silencio, Luis Martín Santos, a mi me parecen muy cercanas al fluir de la conciencia, oscurecidas ambas por la corriente de moda entonces del "realismo social". De la época democrática hay tantas que mencionarlas a todas sería demasiado largo.



Ahora bien, ¿gusta la novela negra a la clase obrera? Yo creo que sí. Primero porque es un género en el que la técnica es sencilla, sin complicaciones ni en el lenguaje ni en el estilo. Segundo porque la lectora se reconoce en muchos ambientes. Tercero porque a la lectora le permite identificarse con la justicia, aunque ésta sea otra muydiferente a la administrada por los departamentos oficiales. Cuarto porque la aparición de un héroe o heroína le permite proyectar sus deseos hacia un mundo mejor que, en la novela al menos, es posible. Puede que en quinto lugar se sitúe la necesidad de evadirse durante un tiempo de esa realidad opresiva, lo cual es ya un deseo de cambiarla o, al menos, de no reconocerla como legítima.



Llegados aquí conviene referirnos a algún título, tema o autor libertario. Empecemos por una novela titulada Las cosas como son; o Las aventuras de Caleb Williams (1794) [12], cuyo autor fue el anarquista William Godwin (1756-1836), padre de Mary Shelly, la autora de Frankenstein (1818). Con esa obra, Godwin pretende llevar a la práctica su obra filosófica Investigación acerca de la Justicia Política, poniendo de relieve la enorme injusticia que castiga a los pobres frente a los ricos y las condiciones horribles de las cárceles británicas nunca visitadas por los poderosos.



Cercana a la anarquía es la historia narrada en Una nihilista [13] de Sofía Kovalévskaya (1850-1891), que sin pertenecer al género negro tiene cierta relación en cuanto al sufrimiento absolutamente injusto de un grupo de nihilistas. La obra nos narra el enorme sacrificio realizado por Vera, la protagonista, de familia bien y con una gran educación, cuando llega a Petersburgo con el fin de luchar al lado de los revolucionarios, aquellos que soñaban con "ir hacia el pueblo", pero se siente decepcionada por el ambiente que encuentra y decide seguir a una cuerda de presos que son enviados a Siberia. Vera deja todo y se va con ellos con el único deseo de aliviar las duras condiciones del presidio de los deportados.



Georges Simenon no fue anarquista pero escribió una bonita historia de un grupo de jóvenes que quisieron serlo, se trata de Los Compañeros del Apocalipsis cuyo pensamiento se resumía en "¡El verdadero genio es destructor!", narrada en uno de los episodios con los que se encuentra el comisario Maigret titulado “El ahorcado de la iglesia”[14]. Es la historia de unos jóvenes artistas que deciden, influenciados por la protesta llevada a cabo en Sevilla y el atentado fallido sufrido por Aníbal González, el arquitecto que construía en 1920 la monumental Plaza de España.



J. P. Manchette inicia su novela Nada [15] con estas palabras del policía George Poustacrouille dirigidas a su madre: "... hay que contemplar sin debilidad cuando llega el día en que hemos de recurrir a la fuerza para defender al Estado. Queda muy bien eso de ofrecer la otra mejilla; pero, dime, a ver ¿qué puedes hacer tú cuando te las has de ver con gente que desea arrasarlo todo?" He aquí un defensor del "orden" frente a los jóvenes artistas de Simenon. Manchette, además de revolucionar la novela criminal que él llamó neo-polar, fue un militante libertario cercano a los situacionistas. En esta historia nos narra el secuestro del embajador norteamericano por un grupo de anarquistas. Ya antes había publicado Balada de la costa Oeste [16], una fuerte semblanza sobre el hastío de los ejecutivos.



Otro autor francés del neo-polar es Leo Malet. Se dice que Niebla sobre el puente Tolbiac [17] es su mejor obra, de hecho Juan Pedro Quiñonero la califica como "libro mítico" y compara a Nestor Burma con Philip Marlowe y con el comisario Maigret [18]. Leo Malet fue un anarquista, entre otras cosas (poeta surrealista, militante trotskista, escritor de panfletos pacifistas...), partidario de la "acción directa". También dicen que Burma es un alter ego de Malet y ... el puente Tolbiac una obra autobiográfica. La historia se centra en la investigación de Burma tras la muerte de un viejo anarquista, algo que al personaje le hace recordar su juventud libertaria.



Ya en el Estado español y recordando al primer Azorín, Pi y Margall, José Prat, Joaquin Dicenta, Julio Camba, Anselmo Lorenzo, Ricardo Mella..., de todos ellos, y muchos más, Lily Lirvak nos ofreció hace algunos años una magnífica antología [19], cabe mencionar en los tiempos presentes Cabaret Pompeya de Andreu Martín [20]. Épica historia de un grupo de amigos, Fernando, Miguel y Víctor, que en los años del Trienio Bolchevique crean un grupo anarquista de acción directa violenta aunque no lleven a cabo ninguna acción. Desde esos años hasta los primeros de la "transición", nos muestra un dinámico y crítico cuadro de la historia social y política reciente española, cuyo eje central es la amistad. Hay un episodio muy clarificador cuando Víctor siendo niño acude a un mitin de la mano de su padre. El niño le dice al padre: "no entiendo lo que dicen", la respuesta del padre está cargada de buenas intenciones si bien no exenta de un ácido cinismo: "no están hablando contigo. Ni conmigo. Hablan entre ellos. Nosotros sólo somos el tema de conversación".



Mucho antes un militante de la CNT durante la Revolución y la Guerra civil española, Manuel de Pedrolo, ya publicaba sus novelas criminales a pesar, o en contra, de la censura que sufrió un día sí y otro también en tiempos del terror franquista. Fuera de Cataluña no ha sido demasiado tenido en cuenta a pesar de que más allá de las fronteras del Estado español, Reino Unido, Francia... [21], sus obras han sido traducidas y leídas por un amplio público. La originalidad de De Pedrolo "estriba no sólo en ser uno de los introductores de la moderna novela negra española, sino también en escribir, por primera vez en la historia, todas sus novelas criminales en catalán" [22]. De Pedrolo no tiene ninguna necesidad de disimular sus historias dentro del realismo social, aunque sus obras se sitúen en dicho aspecto. Historias de ritmo rápido, al mismo tiempo que su lenguaje, pero sin acercarse al lenguaje duro de los creadores estadounidenses de la novela negra. Fue el creador y director, entre 1963 y 1970, de la famosa colección de novelas criminales La cua del palla donde se dio a conocer, en unas traducciones muy dignas, a los clásicos norteamericanos del género. Entre sus obras, casi todas traducidas al castellano, caben destacar Sangre a bajo precio [23], la historia de una traición después de un asalto a una sucursal bancaria. Acto de violencia [24], en donde una ciudad pacífica, solidaria y defensora de su libertad se ve oscurecida por una intromisión violenta. Juego sucio [25], la que posiblemente sea su mejor novela, la historia de un joven tímido que vive con su madre en una vivienda miserable, que se enamora de una chica joven y se ven en secreto. Llegado un momento de confiaza ella le pide que le demuestre su amor de una manera peculiar, y comienzan los problemas. De Pedrolo tiene una buena cantidad de novelas.



Una historia muy digna es la que escribe Montero Glez (Roberto Montero González) en Pólvora negra [26], es la narración del episodio más importante de la vida de Mateo Morral que sirve de escenario para mostrarnos a un Madrid y a sus gentes de principios del siglo XX. Por sus páginas desfilan modistillas, anarquistas, cantaores, golfos, policías, soplones. Un Madrid donde el olor a cloaca no desaparece ni en los ministerios, sobre todo en el de Gobernación, en donde lo nauseabundo es una metáfora del horror de sus madrigueras. Lugares como la Puerta del Sol que exhala "un aliento a tripas podridas de perro moribundo". El trasfondo de la historia está en el atentado que lleva a cabo Mateo Morral, pero tras ello se esconde la historia de un torturador y asesino que, siendo joven y "por sacar la tripa de mal año, a finales del siglo XIX (...), se alistó en la Guardia Civil. Dónde iba a estar mejor, si allí podía mentir, estafar, asesinar y encima, por todo ello, premiaban". Ahí está la verdadera historia, la del teniente Beltrán, encargado de la vigilancia y represión del anarquismo en Madrid. Misión que desempeña a la manera de un depredador sin escrúpulos. Con un estilo muy peculiar y un retorcer continuamente el tiempo, tiempo marcado por ese reloj "que siempre atrasa", una fidedigna metáfora de esa España que fue, y aún hoy va, detrás de la historia.



Notas



1. Voz "Realismo" en DEMETRIO ESTÁBANEZ CALDERÓN: Diccionario de términos literarios. Editorial Alianza, Madrid, 1996.



2. "Comentarios informales sobre la novela de misterio". En RAYMOND CHANDLER: Obras completas. Segundo tomo. Editorial Debate. Madrid 1995.



3. "El simple arte de matar". En RAYMOND CHANDLER: Obras completas. Segundo tomo . Editorial Debate. Madrid 1995. Esto de la realidad y su imitación viene de Aristóteles, de su obra Poética, cuando se refiere a la mímesis o imitación de la naturaleza.



4. ÓSCAR URRA: Cómo escribir una novela negra. Editorial Fragua. Madrid,

2013.



5. FERNÁNDEZ PANIAGUA, J.Mª: "El materialismo de Bakunin o el verdadero idealismo", en  Tierra y libertad, núm. 250, mayo 2008.



6. Ibídem

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7. MATÍAS SERRA BRADFORD: "Variaciones Wittgenstein. El arte de apuntar". Boletín del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, diciembre 2007-abril 2008.



8. Se pueden leer artículos de los dos (sin título) en VARIAS AUTORES: La novela criminal. Tustques, colección Cuadernos Ínfimos, núm. 10. Barcelona 1982, 2ª ed.



9. MANDEL, ERNEST: Crimen delicioso. Historia social del relato policíaco. Ed. RyR. Bs.As., Argentina, 2011



10. CAROLA INES PIVETTA: "Walter Benjamin, reflexiones en torno al género policial", en Recordando a Walter Benjamin

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11. Una muy buena obra para adentrarse en ese momento es JAVIER COMA: Diccionario de la novela negra norteamericana.

Ed. Anagrama. Barcelona, 1986.



12. Traducción de Francisco Torres Oliver, editorial Valdemar. Madrid, 1996.



13. Traducción de Jorge Segovia y Violetta Beck. Ediciones Maldoror, VG, 2004.



14. SIMENON, GEORGES: Traducción de Joaquín Jordá. Editorial Tusquest. Barcelona, 1994. De paso su lectura nos hará recordar al libertario Joaquín Jordá (1935-2006), al que en vida la cinematografía oficial apenas le prestó atención y cuando falleció le concedieron el Premio Nacional de Cinematografía. Todo su cine es extraordinario, de él podemos destacar el documental “Numax presenta” sobre la huelga llevada a cabo por los trabajadores de Numax y producida por la caja de resistencia de los obreros en huelga (la segunda parte lleva el título de Veinte años no es nada) y su experiencia autogestionaria.



15. Traducción de Pepe Manuel Aurrecoechea. Editorial Júcar. Gijón, 1988. Hay una edición anterior en castellano realizada por Ramón Margalef en la editorial Mascarón. Barcelona, 1981. De Manchette es la frase "La buena novela negra es una novela social, una novela de crítica social, que toma como anécdota histórias de crímenes".



16. Traducción de Ramón de España. Editorial RBA. Barcelona, 2013.



17. Traducción de Luisa Feliu. Editorial Libros del Asteroide. Barcelona, 2008. Hubo una edición anterior en Ediciones B. Barcelona, 1988 con prólogo de Andreu Martín.






19. El cuento anarquista, 1880-1911. Antología, Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid 2003.



20. Editorial Alevosía. Madrid, 2012.



21. HART, PATRICIA: The Spanish Sleuth. The Detective in Spanish Fiction. Associated University Press. London and Toronto, 1987.



22. JOSÉ R. VALLES CALATRABA: La novela criminal española. Universidad de Granada. Granada, 1991.



23. Traducción al castellano de Ascensión Cuesta. Editorial B. Barcelona, 1988.







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