viernes, 10 de noviembre de 2017

…Porque sembrando en la ciudad también se puede cosechar anarquía



José L. Fernández C.

La agricultura urbana es una herramienta que puede servir para intervenir críticamente sobre un modelo urbano y un sistema alimentario marcados por la insostenibilidad y la injusticia social. Cultivar alimentos en la ciudad es una forma


de intervenir simultáneamente sobre múltiples necesidades, de3mandas y problemas. Algunas de sus principales potencialidades serían producir alimentos y socializar una nueva cultura alimentaria, recuperar y reverdecer espacios degradados, impulsar novedosas e inclusivas formas de participación autogestionada, abrir espacios de convivencia en atípicas zonas verdes, ofrecer lugares significativos para la educación ambiental, impulsar una alternativa de  ocio y promover hábitos de vida saludables.
 
La agricultura urbana siembra tomates pero cultiva relaciones sociales, una de las cosechas más importantes de estas iniciativas es producir nuevos vínculos entre las personas y de éstas con el medio ambiente. Si la biodiversidad es uno de los rasgos de la naturaleza, la hortodiversidad sería uno de los rasgos de la agricultura urbana (huertos comunitarios, educativos, terapéuticos, en azoteas…). Iniciativas que son más relevantes por la cantidad de personas que interaccionan con ellas que por la cantidad de gente que alimentan.

Hoy que transitamos un cambio civilizatorio (crisis energética, ecológica, económica, política…) la agricultura urbana emerge como una herramienta que permite intensificar relaciones sociales, reabrir discusiones sobre los usos del suelo y de las zonas verdes, recuperar en entornos urbanos la lógica de los bienes comunes o discutir la forma en que se van a alimentar las ciudades en el futuro.

Un hilo invisible comunica el urbanismo anarquista y la Ciudad Jardín que se concebía a principios del siglo XX con propuestas actuales como las Ciudades en Transición o la Vía de la Simplicidad de Ted Trainer, y la agricultura urbana forma parte esencial de todas ellas pues anticipa elementos clave que debe contener cualquier proyecto de futuro para la ciudad. Descentralización, incorporar límites biofísicos, protagonismo comunitario, economías locales, tecnologías apropiadas… la influencia libertaria late de forma anónima en estas iniciativas, enfatizando la importancia de compartir prácticas, solucionar colectivamente problemas y satisfacer necesidades, más que afilar la retórica revolucionaria. A muchos anarquismos les vendría bien mancharse las manos de tierra, menos decires idelogizados y más haceres en común, implicarse en la realidad de las comunidades locales y asumir contradicciones.


[Fragmento extraído del artículo “Anarquismo y huertos urbanos”, incluido en revista Al Margen # 102, Valencia (Esp.), verano 2017.]


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